En la recta final de su larga y destacada carrera, Javier Martínez de Salinas encara su última vendimia. Lejos de ser un adiós tranquilo, la vendimia se ha presentado intensa, corta en cantidad pero prometedora en calidad, y marcada por un ritual esencial: el traspaso de conocimiento. Codo con codo con él trabaja ya Diego Orío, la persona designada para tomar su testigo dentro de unos meses y que este año vive un bautismo de fuego ideal: una vendimia reducida que le permite aprender los secretos de la bodega a gran escala, pero con la calma necesaria para afinar cada detalle. Martínez de Salinas nos cuenta sus primeras impresiones.
Pregunta: Para empezar, ¿cómo está yendo la vendimia en general?
Javier Martínez de Salinas: La vendimia está siendo muy irregular, viene «a golpes». Hay una gran diferencia entre viñas de la misma zona; las de regadío ya están listas para recolectar, mientras que las de secano van con mucho retraso, sobre todo por la semana de frío que hemos tenido. Lo más significativo es que hay muy poca uva. Sin embargo, la calidad y la sanidad son excelentes si el tiempo no se estropea. Hay mucha concentración y la uva está sanísima. Va a ser una vendimia muy corta, probablemente récord por lo baja, pero con una pinta de calidad extraordinaria. Que haya poca uva suele traducirse en mayor concentración.
P: Y hablando de eso, ¿cuáles son los motivos de que haya tan poca uva?
JMdS: Tengo una teoría, que hay que tomar como tal. La viña es un cultivo bianual. A finales de junio o principios de julio, mientras la planta está creciendo y tiene los racimos del año en verde, se produce la «iniciación» de las yemas que darán la cosecha del año siguiente. Esa formación necesita condiciones climáticas adecuadas: temperaturas suaves, humedad y buena insolación. Pues bien, en junio del año pasado (2024) hubo una ola de calor importante. Creo que esas condiciones no fueron las ideales para la formación de las yemas, lo que ha resultado en una menor fertilidad este año. Por eso, al brotar, era raro encontrar un pámpano con dos racimos; la mayoría tenían uno o ninguno.
P: Como enólogo, ¿prefieres una vendimia más amplia o una corta como esta?
JMdS: Esta es demasiado corta. Idealmente, me gustaría una cosecha moderada, unos 5.500 kilos por hectárea, que asegura una calidad estupenda. Esta va a ser récord por lo baja, incluso menor que la del año pasado, que ya fue un 28% más baja de lo normal. Las bodegas necesitábamos una cosecha corta porque tenemos mucho vino en existencia, pero esta es excesiva. A largo plazo, para sacar crianzas y reservas, va a haber un volumen muy pequeño.
P: ¿Se nota la diferencia por zonas o es generalizado?
JMdS: La poca uva es generalizada. Luego, factores como los golpes de calor de julio y agosto, algunos ataques de mildew (que restan kilos pero no calidad) y pedregadas locales han afectado, pero el problema de fondo es que la brotación ya fue corta.
P: ¿Y cómo cambia el trabajo del enólogo con una cosecha tan corta?
JMdS: Cambia a mejor. Al entrar menos uva, trabajas con más tranquilidad y menos prisa. Puedes dedicarle más tiempo y atención a cada depósito, ir más al detalle. En una vendimia normal, si le dedicas una hora a un depósito, en esta puedes dedicarle dos. Eso permite tratarlo mejor y trabajar con más finura.
P: ¿Te imaginabas que tu última vendimia antes de jubilarte iba a tener estas características?
JMdS: La verdad es que no está mal para mi despedida. Le va a venir muy bien a Diego, mi sucesor. Él está acostumbrado a trabajar volúmenes pequeños y con mucho detalle. Si le hubiera tocado una vendimia normal de siete millones de kilos, el cambio habría sido muy brusco. Esta cosecha, al ser tan corta, es como un término medio perfecto para que se vaya acostumbrando a los volúmenes de una bodega grande sin la presión de una cosecha desbordante. Él es muy fino, pero necesita interiorizar el trabajo a gran escala.
P: Y centrándote en ti, ¿cómo la estás viviendo?
JMdS: Con mucha atención al detalle. Hay que estar muy encima de cada viña porque hay mucha variación. Este año, incluso las zonas que suelen ser más productivas y dar uvas más convencionales, al tener poca uva, están dando calidades excelentes. El reto es muestrear constantemente y decidir el momento exacto. Esta semana, por el frío, la uva casi no ha madurado en azúcar, pero el color y la maduración fenólica van muy bien. Son uvas pequeñas, sanísimas, lo que promete vinos con mucho color, tanino y extracto.
P: Por cierto, ¿y los blancos y rosados?
JMdS: Muy bien. Los blancos son muy aromáticos. Con Diego estamos introduciendo algunas técnicas nuevas, como la flotación, con las que él tiene experiencia y están saliendo muy bien. Los rosados, en particular, tienen una pinta excelente, con un color bonito y poco intenso. La calidad sanitaria de la uva es clave para ellos.
P: Para terminar, ¿cómo está siendo la transición con Diego, que se enfrenta a su primera vendimia?
JMdS: Muy bien. Es un tío muy trabajador, a veces tengo que echarle de la bodega para que no se quede hasta las diez de la noche. Le he dado libertad total para cambiar los protocolos, especialmente en blancos y rosados, donde tiene mucha experiencia. Su desafío es acostumbrarse a la escala. Él manejaba volúmenes pequeños y ahora debe gestionar cantidades grandes. También se está familiarizando con los requisitos de auditorías y trazabilidad, que son nuevos para él. Pero tiene la actitud perfecta: quiere aprender y hacerlo bien. Estoy muy contento.